No escondo que no me gustan los claustros de profesores, o al menos no como discurren la mayoría de los que conozco y que he tenido que sufrir.
Creo que son poco funcionales, con lo fácil que sería con los medios actuales transmitir algunas informaciones o tomar ciertas decisiones, especialmente las «menos pedagógicas» (que en muchas ocasiones son las que más tiempo ocupan de estas reuniones). También me parecen excesivamente cerrados y «docente-centristas», algo comprensible por su naturaleza pero no por ello razonable o recomendable, ya que no son ellos los protagonistas. Además resultan un poco superficiales en cuanto al debate escolar y educativo en sí (¿o simplemente lo son sus miembros?), y no creo que sea por culpa de su duración. Incluso en ocasiones los podría tachar directamente de irrespetuosos y poco serios, como tantas otras cosas que acontecen en ese lugar tan…: la Sala de Profesores. Aunque de todo habrá, quiero suponer.
Da la sensación de que es un órgano anacrónico, al que no se acude por voluntad propia, en torno al que hay secretismo… y eso pese a su relativa esterilidad. De hecho, coincido con las palabras de Jordi Martí en Xarxa TIC en su reciente post al respecto (motivado también por otro artículo de Dolores Álvarez): «un Claustro sólo sería efectivo si dejase de ser un Claustro».
Una muestra de todo ello la viví no hace mucho. Resumo la anécdota, so pena por revelarla:
Se convoca un Claustro ordinario en un centro. Uno de los puntos del orden del día trata sobre las medidas de atención a la diversidad a desplegar durante ese curso, asunto muy importante dada la cantidad y heterogeneidad de necesidades presentes en el alumnado. La directora explica la organización prevista, comenta planes y programas, pide
sugerencias y críticas,… Espera un rato, pero sólo encuentra silencio; unos están pendientes del móvil/periódico/tareas del aula, otras están de cháchara al fondo, y muchos otros se hacen directamente el sueco apartando la mirada. La reunión prosigue. Un rato después, ya en un apartado dedicado a otros asuntos menores, se pide una valoración sobre el piscolabis al que los/as docentes habían asistido un par de semanas antes. Varias manos se levantan al momento: que el catering estaba bien, que si mejor salir a un restaurante cercano, que si era mucho o que si poco, que si preferían frío o caliente,… Y así durante casi 20 minutos, y porque se cortó el turno de palabra. Conclusión del Claustro: menos programa de refuerzo y más tortilla.
Imagen: http://alba-perez.blogspot.com.es/2011/04/la-loe-no-resuelve-los-problemas-de-la.html