Hace unos años que venía escuchando hablar bastante sobre una metodología denominada Flipped Classroom, es decir, Aula Invertida. De hecho, ¡cómo para no hacerlo! La presencia de este término se ha extendido tanto por el «claustro virtual» (en forma de artículos, infografías, listas,…), que a algunos, tras unas cuantas lecturas iniciales, nos ha picado la curiosidad.
Por eso, aprovechando otra convocatoria de los cursos del INTEF, me animo a dar un pasito más. Lo primero será ver en qué consiste el Flipped Classroom, tal como indico en esta práctica de podcasting (que además me sirve de estreno con el Audacity), y en la que pretendo reflejar también un aspecto fundamental: la necesaria colaboración entre docentes para probar y poder innovar.
Esta propuesta está emparentada con el bLearning (Blended Learning, o aprendizaje semipresencial), y el modelo JITT (Just In Time Teaching), e influenciada por otras metodologías activas como el aprendizaje cooperativo o la enseñanza mediante herramientas 2.0.
¿Y a qué se le da la vuelta? Pues a la secuencia temporal del proceso didáctico. En la red hay explicaciones muy claras, pero el asunto vendría a ser así: lo normal suele ser explicar unos contenidos en clase, y después dejar un tiempo para que el alumnado se ejercite, tanto en el aula como fuera de ella; en este caso se le proporcionan al alumno una serie de vídeos (principalmente, pero también otros artefactos digitales), con los que acercarse a los contenidos, y se dejan las tareas para el aula, cuando se cuenta con la ayuda del docente y del grupo.
Esto parece reportar múltiples ventajas: poder repetir las explicaciones, dejar más tiempo para la atención a la diversidad, aumentar la motivación del alumnado, mejorar la interacción profesor-alumno, aprovechar más el tiempo, proporcionar feedback en tiempo real, fomentar la participación del estudiante, etc. (aunque parece ser que la investigación al respecto todavía está por desarrollar).
¿Será el Flipped Classrooom la panacea didáctica? Pues probablemente no. Es más, sigo creyendo que ésta no existe, por mucho que expertos/asociaciones/gurús/etc. nos «vendan» ciertas metodologías y/o recursos como la salvación pedagógica definitiva. ¿Será una forma de trabajar que valga la pena? Pues en parte supongo que sí. De hecho, está ganando muchos seguidores en todo el mundo, y un gran impulso en nuestro país, y no creo que sea por moda, que en educación también las hay. Por eso
pretendo probar y sacar mis conclusiones.