Primer finde sin deberes

Es interesante ver las distintas reacciones a la huelga de deberes que ha empezado este fin de semana, que está derivando en una cierta confrontación entre parte de las familias y parte de los docentes (y en el seno de esos mismos colectivos), y que tiene una cobertura mediática mayor que otras huelgas del ámbito educativo. Así, tenemos los periódicos llenos de artículos sobre los deberes en el sistema educativo actual y en el que estudiaron los ahora adultos, de diversos gráficos explicativos, de viñetas humorísticas, de las típicas encuestas (algunas muy simplistas), de debates y más debates sobre su pertinencia y sus alternativas, y obviamente de colectivos posicionándose o contraposicionándose, y hasta los más altos gurús se pronuncian al respecto. Son varias las cosas que me llaman la atención hoy:

  • Que la mayor parte de las veces se siga debatiendo sí vs no vs cuántos, en vez de abordar cuestiones de fondo sobre los deberes (su tipología, los recursos didácticos en que se basan, la carga de currículum oculto que transmiten, su escaso respeto a la diversidad, su pertinencia en la programación y las calificaciones,… o incluso su carácter obligatorio o voluntario).
  • Otra, el poner el grito en el cielo porque haya debate o confrontación. ¿Acaso uno de los motivos de la huelga, además de presionar al superior, no es sacar el tema a la calle? No creo que se vayan a «crear heridas en la comunidad educativa» ni a «restar autoridad» (si alguien la pierde por este motivo, es que no tenía mucha).
  • El protagonismo que se le da al tema, pues siendo importante, no es ni el mayor ni el más urgente problema de la escuela actual (no digo ya de la educación). Mañana lunes, cuando muchos chavales lleguen a clase, con o sin los deberes hechos, las aulas seguirán esencialmente igual. La mayoría demasiado igual que las últimas décadas, por desgracia.

Vamos, que el asunto ahora se centra en si hay que mantenerlos (aumentarlos dirán algunos), racionalizarlos, o eliminarlos. Mi postura al respecto es clara: en la enseñanza obligatoria no debería haberlos, al menos no como se vienen entendiendo tradicionalmente (ya me he posicionado en este mismo blog a principios del 2013 y a mediados del 2014, cuando el tema no estaba tan en el candelero). Podría ponerme a dar argumentos pedagógicos, sociales, económicos,…, pero no lo haré: porque están más que trillados (sólo hay que ver más arriba los enlaces a la prensa, o usar un buscador), porque ya lo han hecho compañeros de profesión, y porque hay buenas campañas de sensibilización como la de este vídeo.

Me limitaré a dar una razón más prosaica y personal: porque yo también los he sufrido, y no molan (aunque para ser sincero, los sufrí a medias, porque mucho caso no les hacía). Ojo, y tampoco gustan ahora de adultos… y a la mayoría de profes menos; sólo hay que ver como muchos se quejan de tener que hacer «parte de su tarea en casa» (aunque 9 horas de la jornada laboral que se les paga sea no presencial en el centro).

Por cierto, una anécdota al respecto. Hace un par de años salió el tema en un claustro, y se abrió un pequeño debate al respecto (sin llegar finalmente a ningún acuerdo). Un grupo de compañeros defendió que había que mandar bastantes ejercicios y lecturas para casa para fijar los aprendizajes. Como conocía el «perfil tradicional» de dichos profes, les expuse mi visión de la problemática de hacer tareas en casa con o sin supervisión, de la polémica sobre la corrección y/o evaluación de dichas tareas, de la diferencia entre temario o libro de texto y currículo, y del aprovechamiento de recursos y metodología,… Pero ellos arremetieron contra mi argumentando que era necesario porque con las horas de clase no llegaba: justo ellos que eran de los de entrar después del timbre, salir antes de que toque, y otras perlas. Así que me tocaron un poco la fibra, les di la razón: me habían convencido con lo de la falta de tiempo. Sonrieron… y entonces comenté en alto que podíamos solicitar formalmente y por escrito a la Consellería que se ampliase la jornada lectiva a las tardes, y que se ampliase el calendario para poder dar clase en navidad, semana santa, e incluso parte del verano: que el claustro estaba preocupado porque las horas de clase eran insuficientes para lograr los objetivos, y había que tomar medidas cuanto antes. Ellos no dijeron ni mu, y el resto se lo tomaron a cachondeo. Lo cierto es que no sé si lo era.

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