Vengan leídos de casa

Ayer en el Congreso de los Diputados se debatía una moción de censura (no tengo claro si es la preposición adecuada), contra el presidente del gobierno. Algunos de los presentes, tanto en los escaños como en la tribuna de invitados, dedicaron parte de la jornada a la lectura, a jugar en la tablet, y vaya usted a saber qué otros menesteres. Las redes sociales y los medios de comunicación dieron cuenta de ello: en clave de humor, de crítica, o de «posicionamiento político», es decir, defendiendo o acusando en función de la afinidad con el personaje en concreto. Obviamente, no me parece bien dicha actitud, pero hay cosas que me extrañan.

Una, el revuelo, cuando siendo sinceros es algo casi normalizado en nuestra sociedad, y no sólo en el ámbito político (lo de si era Candy Crush o no es una simple anécdota). Vas a una reunión de la comunidad de vecinos, y el del 2ºB está poniéndose al día en su red social favorita, mientras otro para no aburrirse tira de los socorridos folletos publicitarios que acaba de retirar de su buzón; eso sí la derrama que se acaba de aprobar tendrán que pagarla todos. U otra habitual: estás en un claustro de profesores, y mientras una recorta lo que acaba de plastificar, un par corrigen libretas y exámenes que tienen pendientes, y siempre hay un osado (por no decir maleducado), que directamente, sobre la mesa y sin disumulos, lee el periódico mientras el equipo directivo aborda los puntos del orden del día. Por cierto: ¿estos docentes son de los que exigen atención absoluta cuando hablan ante su alumnado? En muchos casos sí.

Otra cosa a puntualizar es que no debemos culpar a la herramienta: ni una tablet ni un libro son buenos o malos en sí mismos: prohibirlos o limitarlos sería un sinsentido.  No es malo que un político/docente/profesional haga una consulta o gestión en un dispositivo digital o analógico. Es positivo que se haga una consulta bibliográfica para aclarar un asunto, y es normal que en una reunión alguien saque el móvil un momento, ya que hoy por hoy es una herramienta fundamental y multifunción: puede estar consultando/anotando algún dato importante sobre el asunto a tratar, ajustando su agenda en función de lo que se informa,… o incluso atendiendo a algo personal un instante y no pasaría nada (conciliar es algo complicado, y si se hace de forma ética no tiene porque ser problemático).

Lo que es chungo es si tras estas cosas hay menosprecio a las funciones de los demás, dejación de  las funciones propias, o directamente vagancia y mucho morro. Y eso sí que hay que evitarlo. Pero todos, trabajemos en lo que trabajemos, y con más cuidado si en nuestro ámbito laboral jugamos un papel ejemplarizante. Por tanto, cuando sea el próximo claustro/comisión/etc., vengamos leídos de clase o de casa.

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