Cuando aceptas

      No hay comentarios en Cuando aceptas

Hoy por hoy todos empleamos servicios y aplicaciones digitales que, para poder usar/instalar/registrar una cuenta, solicitan que confirmemos que conocemos y aceptamos una serie de aspectos. Actualmente esto es algo que no afecta solo a los servicios online (p.ej. esos correos web tan conocidos que te gestionan desde la agenda a la lista de la compra), sino también a apps que en teoría solo corren en local (p.ej. esa linterna que quiere acceder a todo tu smartphone simplemente para encender un led). Lo que normalmente aceptamos suelen ser tres cosas:

  • Los términos o condiciones de uso.
  • La política de privacidad.
  • Lo que hacen en nuestros dispositivos: permisos, accesos, cookies, notificaciones…

Cierto es que las empresas no lo suelen poner fácil (textos largos y farragosos, a veces medio escondidos, o en otro idioma, o con letra pequeña, etc.), pero también que nosotros no solemos preocuparnos mucho. De ahí que sea tanto un asunto de conocimiento como de concienciación. De hecho, lo chungo no es ya que la mayoría de usuarios, casi un 90% según parece, aceptemos sin haber leído el contrato, sino que además tiramos para adelante de una forma peculiar. En ocasiones, lo hacemos sin plantearnos siquiera las posibles implicaciones: marcamos la casilla de verificación de «he leído y acepto» de forma mecánica, convirtiéndonos así un poco en autómatas (no hay reflexión y valoración antes de actuar). Otras, incluso siendo conscientes, porque suponemos lo que hay o porque hemos hecho una lectura diagonal, aceptamos pese a saber que hay cosas que no nos gustan, porque sino nos quedamos sin «disfrutar del servicio».

Esto último pasa más cuando se trata de un producto gratuito, palabras que casi son una antítesis, pero que a algunos le nublan la razón. Cada vez es más conocida la frase de que en internet si no eres el cliente, entonces eres el producto. Pero no lo es tanto que existen nuevos modelos de negocio en la línea del long tail y algunos de la freeconomy (el freemium y la publicidad son los más conocidos), que además de lucrativos de por sí, lo son más por los datos que van recabando de nuestros perfiles, contenidos, formas de uso, etc., que son analizados, y se comercializan para usos muy diversos. Vamos, el famoso Big Data del que tanto se escucha hablar, pero del que todavía no sabemos qué supondrá en el futuro (poco bueno viendo la sociedad actual).

El caso es que así pasa lo que pasa: cosas que se instalan, o que funcionan en segundo plano, «sin saber por qué», y hacen al dispositivo más lento e inseguro; datos que viajan sin darnos cuenta de que les hemos comprado el billete; archivos personales que ya non solo propiedad del dueño; etc. Aquí cabría recordar otro refran internáutico: la nube es simplemente el ordenador de otra persona. Así que precaución.

Por cierto, que rescato el tema a raiz de un NOOC en el que además de charlas sobre ello (#CuandoAceptasDig), analizamos este tipo de documentos, creando un breviario colaborativo que puede ser útil para muchos por incluir resúmenes de contratos de servicios/aplicaciones conocidos. El mío fue sobre algo que uso a diario: Garmin Connect.

Deja un comentario