Charlaba por Twitter con un colega sobre los haikus, una afición que tenemos en común, y se me dio por ampliar mis apuntes y repasar mis experiencias sobre el asunto. Y encontré algo curioso: llegando a 400, tal vez no haya hecho casi ninguno en mi vida.
Está claro que esta forma de expresión poética, originaria de Japón y cuyo padre es Matsuo Basho, tiene unos cánones o normas. Recopilando de distintas fuentes, diría que los haikus tienen estas características:
- Están formados por 3 versos de 5-7-5 sílabas, intento de adaptar las 17 moras japonesas.
- No tienen rima
- No tienen título.
- Suelen estar ambientados en la naturaleza.
- Muchos van acompañados de un haigen, una ilustración no muy acabada o esquemática.
- Incluyen un kigo, un elemento que alude a la estación del año o ayuda a ubicarlo temporalmente.
- El tecer verso, a veces el primero con respecto a los otros dos, implica una especie de salto o de ruptura.
- Contienen una palabra clave, la kireji o palabra cortante.
- Se basan en la presencialización, en intentar hacer vivir lo que sintió el creador, el haijin o haikista, en un momento y lugar determinados.
- Expresan una emoción profunda, aware, una especie de shock o revelación.
- Tienen un yo poético diluido, ya que la primera persona tiende a desaparecer.
- Abordan más bien hechos de la vida cotidiana, dejando un poco de lado la fantasía.
- Tienen un estilo de concisión y la sencillez, reduciendo el uso de las figuras retóricas.
- Usan un léxico es fundamentalmente sustantivo, huyendo de los verbos (y a veces incluso de los signos de puntuación y de las mayúsculas).
- Además se consideran un quehacer, un proceso, una forma de afrontar la vida cotidiana, relacionada con la contemplación y la meditación (de ahí su nexo con el zen, o actualmente con el mindfulness).
- Tienen un carácter íntimo o privado (¿qué texto lírico no lo tiene?), habiendo incluso una modalidad que es el jisei: el haiku de despedida de la vida.

Todo ello, claro está, si pensamos en la tradición o en la perspectiva clásica del haiku. Porque, digan lo que digan quienes afirman qué y qué no es un haiku (algunos primero se arrogan esa facultad, pero luego parecen desdecirse), hoy habría que hacer una lectura más moderna y contextualizada del género. Las normas formales de escritura están muy bien para los académicos, pero no deben ser obligatorias para el aficionado privado ni frenar la voluntad cultural.
Por eso es una alegría encontrar artículos como este 17 migas de pan: claves para enteder el haiku, en el que se rompe una lanza a favor de esa modernización, de esa «transgresión de los férreos pilares del haiku». El ejemplo que ponen del Seat León y el paso de cebra me parece perfecto.
Así que si los tuyos no cumplen, como los míos, más que dos o tres de los aspectos de la lista anterior, tranquilo: lo mejor es liberarse, como personalmente intento en Anartismo, e intentar disfrutar de ellos con flexibilidad y con nuestro estilo, llámesele como se le llame a lo que resulte (cosa que tampoco debería preocupar mucho).