Con esto del confinamiento por la COVID-19 parece que se ha disparado el ya de por sí disparatado uso de internet y de las tecnologías digitales (son tantas las noticias al respecto que solo dejo como ejemplo un centrada en televisión y medios y otra en datos y electricidad). Esto tanto porque los hemos usado para llenar de algún modo los vacíos vitales y los momentos desocupados que ha generado el estar en casa, como porque se ha cargado en ellas el peso de algunas actividades que normalmente hacíamos de forma básicamente presencial (el teletrabajo o el eLearning son los más llamativos).
Está claro entonces que en estos últimos dos meses hemos pasado mucho más tiempo con el móvil en la mano, con el portatil sobre los muslos, o con el culo sentado frente al ordenador o el televisor. ¿Supondrá esto una mejora en la incorporación de la tecnología en nuestro día a día, o un empeoramiento en la alienación TIC?
Supongo que, además de los efectos derivados del sedentarismo y el escaso tiempo al aire libre, a nivel social o general los efectos no serán excesivamente positivos. De hecho, hay algunos síntomas que habría que vigilar: aumento de bulos, polarización en las redes sociales, abuso del tiempo de uso…
Sobre esto último, aspecto preocupante especialmente en los jóvenes, habría que precisar que de momento no deberíamos hablar de adicción a la tecnología (a internet, al teléfono…), como defienden especialistas como Eparquio Delgado (p.ej. aquí) o Helena Matute (p.ej. aquí), aunque algunos lo siguen defendiendo (p.ej. aquí), en esa tendencia actual a patologizarlo todo.
Como mucho, podíamos decir que lo de la adicción tecnológica está en proceso de estudio e investigación. Pero hasta ahora no parece que exista, sino que más bien se extendió un término que empezó como una broma, pero que el manual diagnóstico más usado a nivel mundial no la recoge como tal (aunque sí que es cierto que algunos subtipos están siendo estudiados, como el de internet o el de los videojuegos en línea). Por eso más bien deberíamos hablar de usos inadecuados o de abusos, y si nos referimos a tecnoadicciones hacerlo conscientes de que es una forma coloquial para llamar la atención sobre esas posibles conductas desadaptadas, pero no una enfermedad.
Esto viene a mi cabeza porque me han pedido una versión en gallego de una presentación que hice hace 5 años, que rescato a continuación aprovechando para enmendar algunos errores y hacer las precisiones previas.
Y recordemos, que además del tiempo y las formas, también es determinante del contenido. Aquí algunas pistas para proteger a los menores:
Imagen: Mediamodifier: Facebook. Pixabay. CC0.