Dejando a un lado el tema de la LPI, sobre el que se podrían debatir algunos aspectos, y sobre lo que podríamos llamar «el pirateo» (que también implicaría poner sobre la mesa aspectos como el nuevo escenario social y tecnológico, y el modelo de industria cultural y de la creación), a nadie se le escapa que para la mayoría de profesores parece existir una supuesta patente de corso para usar cualquier recurso que se encuentra por la red: una foto, una presentación, un artículo, una canción…
Es un asunto por el que muchas veces aparecen discusiones, afloran contradicciones personales, o dobles morales. Hace unos días, por ejemplo, un compañero especialista en educación musical puso el grito en el cielo porque otro confesó que descargaba álbumes de una conocida bahía pirata: curioso, cuando la mayor parte de software de edición de audio que tiene en su portátil está crakeado o tiene algún apaño para que no caduque el periodo de prueba (la versión trial).
Esto supongo se debe a una especie de jerarquización inconsciente de la importancia del recurso. A modo de ejemplo, se ve considera delectivo descargarse una película (entiéndase, una descarga no autorizada), pero no tan mal que nuestro vecino nos meta un Office de favor, mucho menos importante nos parece pillar de internet un ebook o un «texto en pdf»… y cuando llegamos al asunto de las fotografías o presentaciones ya ni nos paramos a pensar en el tema. Pues todo recurso tiene un autor y unos derechos, por lo que toda creación debería ser respetada.
Ojo, que todos cometemos errores, y que además estamos en unos años de cambio de paradigma, por lo que es normal que tengamos que pasar una época de aprendizaje. Pero bueno, procuremos no descuidarnos, especialmente en aquellas situaciones en que hay alternativa (recursos con licencias Creative Commons u otras libres, por ejemplo).
Ahí van un par de consejos muy básicos pensando en cualquier profe de a pie (presentación realizada para el último NOOC del INTEF):