Hace un par de días apareció en varias redes sociales una polémica sobre una excursión organizada en un colegio andaluz; de forma muy resumida: el colegio lleva a los niños de 1º de primaria a una excursión al conocido El Corte Inglés, y una madre responde mostrando su malestar al respecto. La mayor parte de medios de comunicación se hicieron eco del asunto (pueden encontrase artículos fácilmente, así que sólo enlazo unos cuantos: aquí, aquí, y aquí), y las réplicas y opiniones empezaron a correr como la pólvora: valga decir que lo vi compartido en varias ocasiones con comentarios como el de la imagen: excursión de mierda, contestar como se merecen, colegio vendido,… ¡Y eso que no tienen más información que un par de notas y contrarréplicas!
La nota del colegio es la habitual: parece que está planificada y aprobada por quien debe, que se plantea con un motivo formativo, y salvo un par de faltas de ortografía, el énfasis en la gratuidad, y el que pretendan concentrar tanta actividad en sólo 2 horas, no hay mucho más reseñable. La madre explica sus opiniones en otra nota: dice que no le parece bien en estas fechas, que le parece consumismo y marketing, que hay «sitios bonitos por visitar», y que procura inculcarle valores a su hijo.
El centro defendió posteriormente la razón de ser de la excursión (en teoría para aprender sobre la logística de un gran comercio, y al parecer ya se había hecho otros cursos), y la verdad es que no sé hasta que punto los argumentos de la madre tienen fundamento: ¿si fuese en otra fecha ya no sería problemática?, ¿se informó de cuál sería el enfoque que se le daría a la visita?, ¿tienen que «ser bonitos» los sitios a los que ir de excursión?, ¿planteó la queja en el centro antes de publicarla?, etc. Pero a mi este caso en particular no me preocupa, sí el trasfondo del problema, del que ya hablé aquí hace unos meses.
¿Es beneficiosa una excursión a un museo y mala una a un centro comercial? Pues, como tantas otras veces, me sale la vena gallega: depende. Una visita a un museo mal planificada, sin que el alumnado detecte su relación con el currículo, que no tenga un objeto claro de aprendizaje, o desarrollada sin control, será estéril… o incluso perjudicial (posibles problemas, pérdida de tiempo,…), sea el museo que sea. Mientras que una excursión a un centro comercial con un objetivo educativo, con una tarea clara a realizar, que permita acceder a procesos no visibles cuando se visita de otro modo, y que vaya a ser evaluada, será útil a todas luces. ¿No?
De hecho, pensando en algunos de los lugares e instituciones a los que he acudido con el alumnado en estos últimos años, creo que muchos de ellos podrían ser objeto de las mismas recriminaciones de esta madre: panaderías y pastelerías (¿publicidad, apología de la bollería,…?) , fábricas varias (una de ellas objeto de un intenso debate social en la zona: ¿estaríamos adoctrinando?), supermercados del barrio,… ¿Estamos haciendo con ello publicidad? Pues indirectamente podría ser, no diré yo que no, pero también se hace si se visita una institución pública o un museo (que, por cierto, también puede ser privado). De los comentarios de como esas empresas e instituciones untan a los docentes, ya ni hablamos. Por eso, aunque no soy muy amigo de «la empresa del triángulo verde», creo que sí sería un contexto válido para muchas actividades de aprendizaje… ¡hasta podría servir para un proyecto sobre consumo crítico!Lo que debería determinar la pertinencia de una salida no es si el sitio es bonito o feo (aspecto relativo además), ni si les interesa a los profesores o no, ni si es un destino público o privado: lo que importa es su complementariedad con el currículo o otro plan de centro, su objetivo, su enfoque, su carácter compensador.
Imagen: captura de la noticia en la web del Huffington Post.