Pseudociencia y formación docente

Que entre las «tendencias docentes» estén apareciendo modelos y prácticas sin evidencias científicas claras, es para estar alerta. Que en cursos de formación para docentes se defiendan fraudes y pseudociencias, es para enfadarse. Pero que estas cosas pasen en actividades organizadas por instituciones públicas, es ya para poner el grito en el cielo. Y por un doble motivo:

  • Porque aunque las tonterías esotéricas y pseudocientíficas deberían desterrarse de todos los ámbitos, hay algunos en los que son especialmente peligrosas, como la sanidad (en donde se estaría jugando con la salud de las personas, cuando no con su muerte), o la educación. En este caso tanto porque los jóvenes son una población fácilmente influenciable y que debería ser objeto de una especial protección, como porque uno de los objetivos del sistema educativo debería ser formar personas cultas, libres y críticas… y dejando entrar la charlatanería, a través de los docentes o por donde sea, se está negando ya el propio significado de la profesión (de hecho al redactar este post, me cuesta poner la palabra «educativo» al lado de alguna otra: me parece una falta de respeto al término).
  • Porque eso se está pagando con el dinero de todos, y por lo tanto los organizadores deberían ser muy cuidadosos y transparentes con los criterios que usan para gastarse nuestros cuartos: la rendición de cuentas no es sólo «exponer la contabilidad», sino también explicar las razones de las decisiones tomadas. Universidades, consejerías, ayuntamientos, centros docentes, etc., deberían echarle un vistazo al Manifiesto contra la financiación y apoyo público a las pseudociencias.

Sin embargo, de un tiempo a esta parte no es infrecuente apreciar en el terreno de la formación docente contenidos sospechosos, que luego se cuelan en los centros, con todos los peligros que ello conlleva: se popularizan y replican, reemplazan a los contenidos y métodos que sí son válidos, afectan a la vida personal de la comunidad educativa,… Los clasificaría en tres categorías, por ponerle algo de cachondeo a un asunto que no es broma:

1) Viviendo al filo

Incluiría aquí las concepciones y prácticas escolares que se mueven en los límites de la evidencia, que son muchas, y algunas muy actuales. De hecho, gran parte de las teorías, los artículos y las publicaciones pedagógicas de moda parten de corpus e investigaciones serias, pero hacen unas interpretaciones (a veces auténticos malabarismos), que las llevan más bien al terreno de las creencias.

Podríamos hablar de inteligencias múltiples, del prefijo «neuro-«, o de afirmaciones como las que leí en un curso del Ministerio hace unos meses, y que más o menos decía así: está demostrado que es un método que mejora los aprendizajes, pero todavía no hay evidencias porque no ha dado tiempo a investigar al respecto. Y yo digo: ¿cómo?

2) Los disfraces y el new age

Hay otras concepciones que ya ni se acercan al saber científico, aunque quieren parecerse a él, y que gracias a ello en algunas instituciones se asumen como como fuente fiable de conocimiento y como estrategia de solución de algunos problemas académicos, personales o vocacionales. Destacan aquí las distintas pseudopsicologías, aunque ahora la que triunfa es la PLN (en mi época universitaria me tocó sufrir la grafoterapia y la morfopsicología… ¡en los cursos de doctorado!).

Éstas además inciden tanto en el profesorado como en el staff de los centros: orientadores, equipos directivos,… El año pasado, por ejemplo, en un curso para directores de colegios e institutos, organizado por el CAFI de la Consellería de Educación, institución que normalmente trabaja bien, pero que en esta ocasión se equivocó claramente, un módulo trataba sobre el eneagrama y los eneatipos, los 4 acuerdos toltecas,… me abstengo de poner enlaces, porque no vale la pena. Por cierto, que ya conocía a las expertas en el tema, pues su empresa de coaching y formación (reconocida por la Xunta como centro sanitario, y que también llega al público en general gracias a la TVG), no es la primera vez que imparte conferencias para docentes llamada por un centro de profesorado. Triste, pero real.

Vamos, que la mejora personal y la búsqueda de la productividad son muy loables en cualquier sector laboral, pero no la autoayuda facilona, ni las tonterías new age (o no tan new).

3) Magufadas, creencias populares, y otras perlas

En este cajón de sastre incluiríamos todas las magufadas, sectas, creencias «de toda la vida», y demás zarandajas que llegan a las aulas por distintas vías y por distintos motivos, y que ni son científicas ni lo parecen (algunas no es que no sean lógicas, es que son directamente delirios). Lo malo es que muchos docentes con ganas de mejorar su praxis docente y de innovar, supongo que con buena intención pero pobre criterio, se dejan guiar por ellas, o se dejan convencer por los vendedores de crecepelo, especialmente si sus productos parecen respaldados por universidades, ayuntamientos y otras instituciones.Que levante la mano el docente al que no le han colado alguna vez un artículo o una charla sobre Waldorf, sobre pedagogía holística, la quiropraxis, etc., o que no haya detectado algo raro en el discurso del ponente de una conferencia… ¡o en el propio libro de texto!

En conclusión, que si queremos una enseñanza culta y crítica (imprescindible para lograr un aprendizaje similar), un aspecto de base es que la formación inicial y continua del profesorado, especialmente la que se paga de las arcas públicas, no se base en literatura fantástica ni en supercherías, sino en conocimientos fiables, en evidencias y en ciencia. Sería un buen comienzo, para luego poder abordar otros temas pseudocientíficos e irracionales que viven en nuestro sistema educativo.


Imagen: Funciones de la cabeza, de OpenClipart-Vectors. En Pixabay, CC0.

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